Siempre me ha gustado el cerezo… “Es obvio”, tal vez me
diréis, porque es muy bonito cuando está en plena floración. El sakura (nombre
que, como ya sabréis, se da en japonés al cerezo) siempre me ha fascinado, sí.
Estamos ya más o menos en el cenit de la floración del cerezo, y estoy segura
de que habréis visto un montón de fotos alucinantes en todos los sitios, por
ejemplo en Facebook, relativas a la primavera japonesa.
La delicadeza y belleza de las flores del cerezo no tienen
parangón como espectáculo de la naturaleza… Las nubes rosadas que ahora mismo
pueblan todos los parques, jardines,
montes, palacios y templos japoneses son un bálsamo para la vista.., y para el
alma. Los japoneses celebran este estallido primaveral con el festival del “hanami”,
cuando todos se dirigen a los parques en flor para hacer un picnic con la
familia o con los amigos.., e incluso con el resto de empleados de una empresa.
Quizá este concepto nos resulte un poco raro (o no), pero a mí me parece muy
romántico y muy hermoso. Para los más noctámbulos, el hanami se continúa por la
noche, llamándose entonces “yokazura”. Al atardecer, se lleva a cabo el complejo
ritual de la ceremonia del té bajo los cerezos, se celebran representaciones
artísticas, y se leen breves poemas: los emotivos haikus. Pronto los farolillos
de papel iluminan las copas de los cerezos en flor bajo la luz de la luna, y
todo el mundo ríe y disfruta bebiendo sake, compartiendo con los seres más
queridos, y tomando dulces.
La palabra Hanami se divide en “hana” (flor) y en “mi” (del
verbo “miru”, mirar); literalmente significa “observar la flor”. Este ritual, que según
algunas fuentes podría remontarse hasta el siglo VIII D.C, tiene un profundo
significado. Las flores del cerezo son un milagro de primavera muy breve: apenas
duran unos pocos días antes de que el viento o la lluvia conviertan el
espectáculo de los cerezos en una impresionante lluvia de pétalos sobre la
tierra. Así, los japoneses celebran el hanami como una suerte de tributo a la
belleza y a la fragilidad real de la vida, simbolizada por la naturaleza
efímera del florecimiento de los sakuras.
“Sakura” es también el nombre de una canción tradicional
japonesa, dedicada a la primavera y conocida internacionalmente… Parece ser que
fue compuesta durante el periodo Edo, y que se utilizaba para enseñar a los
niños a tocar el koto, ese instrumento japonés de cuerda que parece como un
arpa horizontal. La letra de la canción, traducida, dice algo así como esto:
“Flores del cerezo, flores del cerezo,
Cubriendo la campiña.
Hasta donde alcanza la vista.
¿Es niebla o son nubes?
Perfume bajo el sol naciente.
Flores del cerezo, flores del cerezo:
Ya todo floreció.
Flores del cerezo, flores del cerezo:
Contra el cielo de primavera.
Hasta donde alcanza la vista.
¿Es niebla o son nubes?
Perfume en el aire
¡Ven ahora, ven!
¡Miremóslas, por fin!”
Cubriendo la campiña.
Hasta donde alcanza la vista.
¿Es niebla o son nubes?
Perfume bajo el sol naciente.
Flores del cerezo, flores del cerezo:
Ya todo floreció.
Flores del cerezo, flores del cerezo:
Contra el cielo de primavera.
Hasta donde alcanza la vista.
¿Es niebla o son nubes?
Perfume en el aire
¡Ven ahora, ven!
¡Miremóslas, por fin!”
En muchos lugares podréis ver asociado el concepto del bushido
y el simbolismo de las flores del cerezo japonés… Esto es debido a la
fragilidad, al carácter efímero de la existencia de ambos: el guerrero y la
flor. Efectivamente, estas flores nacen con el alba para morir al mediodía, en
todo el esplendor de su belleza, y pronto cubren como un increíble manto rosado
la tierra.., fenómeno que los más dramáticos relacionan con la sangre derramada
del samurái, un hombre que sabe que seguramente no habrá un mañana, y cuyo
máximo honor consiste en caer en plena batalla, en vez de envejecer y
marchitarse.
Como bien se expresa en este conocido haiku el erudito
japonés Motoori Norinaga (1730-1801):
“Si alguien pregunta cuál es el
alma de Yamato,
es una flor de cerezo que perfuma al sol naciente”
es una flor de cerezo que perfuma al sol naciente”
La naturaleza de la flor del cerezo, que ha sobrevivido al
durísimo invierno pero pende como una frágil mariposa sobre una rama, simboliza
también un alto grado de maduración en la persona: tiene que ver con ser fuerte
por dentro, pero amable por fuera. La fuerza del cuerpo, dominada por la
flexibilidad de un espíritu que gobierna sobre la materia: nada más, y nada
menos. ¡Todo un reto para cualquiera!
Del conocimiento de que todo cuanto nace inevitablemente ha
de morir se genera el concepto del “mono no aware”, que es la empatía y la
compasión universal hacia cualquier forma manifestada por la Creación.
Despertamos cada mañana sin saber si éste será el último amanecer, y por lo
tanto, debemos procurar ser excelentes; así se expresa en el antiguo proverbio,
que dice “como el sakura entre las flores.., como el samurái entre los hombres”.
… Así pues, tratemos de convertirnos en la mejor versión de nosotros
mismos para entregarnos a nuestros semejantes, cada día, como los sakuras en
primavera…
P.D.: Este artículo ha sido creado por Fátima Martín Alonso.